La fijación de Tarantino por tomar géneros o estilos cinematográficos como el blaxploitation, el cine negro o las películas de samurais, mezclarlos y transformarlos en una obra heterogénea de cultura popular, es considerado el rasgo más distintivo de una estética completamente idiosincrática, única de Tarantino en su tiempo. A diferencia de directores como Brian de Palma, que crea en sus películas claros homenajes al cine de su preferencia (Hitchcock en su caso), Tarantino va más allá del tributo. Su uso de referencias culturales y cinematográficas conforman una obra preocupada por cómo se entiende una estética en particular, como un estilo comporta un significado en si mismo: el de la autorreferencialidad por una parte y su relación con otros discursos. Durante el duelo entre The Bride y O-Ren Ishii en Kill Bill Vol. 1 por ejemplo, se hace referencia a Lady Snowblood (Toshiya Fujita, 1973) por la ambientación, el vestuario y la música (“Urami-Bushi”, canción principal de la película de Fujita), sin mencionar al propio persona de Ishii. Pero el encuadre de la toma y el ritmo de montaje aludían sin duda al spaghetti western de Sergio Leone, revisión europea de la estética e imaginario del western clásico. ¿Como pueden convivir en una secuencia coherente dos estilos tan aparentemente distintos sin caer en el mero tributo o parodia? Tarantino no solo parte de una presencia autorial-cinefila que reúna todos estos elementos disimiles bajo una conciencia estética que las concilie, sino que realmente entiende las esencias comunes entre los textos a los cuales hace referencia. La secuencia funciona porque en el duelo samurai y el de vaqueros hay una tensión básica de vida y muerte que se construye desde el suspenso (¿quién atacara primero y cuando? ¿Cómo será la reacción?) y desde la soledad de dos combatientes en un vasto espacio que es casi poética. Tarantino no mezcla por mezclar. Hay un verdadero entendimiento del cine de todas las épocas en su trabajo.
Esta noción se encuentra presente en toda la filmografía de Tarantino, e Inglourious Basterds es parte de ello. Tarantino quería hacer su propia película de guerra, su versión de películas como “The Dirty Dozen” o “Where Eagles Dare” que tanto le gustan. Pero la manera expresiva de la película no es exactamente el mismo. La secuencia inicial que comprende el interrogatorio al campesino francés por el Coronel Hans Landa, el asesinato de los Dreyfuss y la huida de Shoshanna marca la forma y el tono del resto de la película: amplios planos generales se intercalan con primeros planos de rostros tensos o miradas sospechosas; escenas que se construyen con silencios o largos diálogos antes de irrumpir en violencia instantánea, y momentos dramáticos elevados por un fuerte barroquismo musical y visual. Estas características responden a un estilo cinematográfico reconocible y muy apreciado por Tarantino, aquel llamado “spaghetthi western”
Explicado brevemente, el “spaghetthi western” es un subgénero del western que se trata de películas de vaqueros italianas de bajo presupuesto. Aunque ya a finales de los 50 se producían los primeros spaghetthi westerns, su época dorada fueron los años 60 y principios de los 70, con directores como Sergio Corbucci, Francesco De Masi y Enzo G. Castellari (el titulo de Inglourious Basterds paga homenaje a Castellari y su película The Inglorious Bastards (1978) produciendo westerns que violaban convenciones del género clásico en aspectos como el manejo de la violencia y suponían una revisión de la temática y la mitología alrededor del Viejo Oeste. Sin embargo, los más notables de esta tendencia son el director Sergio Leone y su colaborador, el compositor Ennio Morricone. Su Trilogía del Dolar (A FistFul of Dollars, For a Few Dollars More y The Good, The Bad and the Ugly ), Once Upon a Time in the West y A Fistful of Dynamite se cuentan entre los mejores exponentes del genero, y sus correspondientes bandas sonoras, todas de la autoría de Morricone, son igual de canonícas. El estilo de Leone se distancia fuertemente del clasicismo de los westerns de John Ford al poner en primer lugar la forma o maniera expresiva sobre el contenido. Hay un sentido de placer estético que prevalece en las películas de Leone que se sobrepone a la difusión de mitos americanos como la expansión al Oeste, la defensa del honor y la moral americana; Leone se concentra más en la brutalidad y sinsentido casi humorístico (aunque se trate de un humor negro) de la violencia, a la vez que de sus trágicas repercusiones. Pero incluso mas allá de esto, Leone propone una sublimación del genero a través de una clara conciencia del cine como artificio, que se vale de recursos estilísticos como la imagen, el movimiento, el cuerpo del actor, la música y el montaje para crear un efecto estético que sea placentero, y en sus mejores momentos, elevador. La secuencia final de The Good, The Bad and The Ugly es el sumario ideal del cine de Leone y del spaghetthi western en general: un duelo entre los tres protagonistas en un amplio escenario circular, donde entra en juego el enorme paisaje y los tres personajes tomando posición. La música, en principio una guitarra española, va paulatinamente siendo acompañada por tambores, cuerdas, sonidos de disparos y golpes y trompetas, siguiendo una línea in crescendo que va en consonancia con la longitud de los planos, su alternancia entre planos generales y planos muy cerrados de ojos, manos y pistolas de los combatientes, todo en progresiva rapidez y tensión. Se alcanza un punto de barroquismo tanto visual como auditivo que se enlaza con la situación hasta llegar a un punto inaguantable de quiebre, en el que se producen los súbitos disparos, cae uno de los tres, y de repente, silencio total.
La visión de Leone ha sido denominada por varios críticos como “operática”, preocupada excesivamente por crear un efecto más que desarrollar un drama. Pero, ¿no es tal efecto una concepción dramática tan válida como la del clasicismo americano? En Leone la representación de un duelo, o la vista al horizonte infinito del Oeste, o la construcción de un ferrocarril, adquiere un estado sublime, al poner tanto énfasis en la artificialidad de la forma como exponente de una belleza no antes percibida. Es básicamente una síntesis entre una violencia y escenario desnudos, y la percepción de los mismos como performance.
Volvamos a Tarantino e Inglourious Basterds. La admiración y conocimiento de Tarantino por el spaghetthi western es tan profunda que se percibe desde Kill Bill. El escape de The Bride al ser enterrada viva está montada al sonido de “L’Arena” de Ennio Morricone, y gran parte del segundo volumen de Kill Bill, en contraposición con la más acelerada primera parte, sigue el ritmo progresivo y elegiaco característico de los últimos westerns de Leone. En Inglourious Basterds la influencia de Leone y el uso de sus recursos es aun más dominante. Tomemos toda la secuencia inicial, en una amplia campiña francesa, donde la súbita alerta viene por los autos alemanes en el horizonte y el comienzo de “The Verdict” de Morricone. Hasta el escape de Shoshanna, el manejo de la tensión dramática, el encuadre visual de los personajes y el espacio y la súbita ejecución violenta llevaran la marca del spaghetti western: planos de conjunto intercalados con primeros planos, énfasis en las miradas, travellings sutiles y cambio repentino en la longitud de las tomas, de las pausadas y largas tomas de la conversación al corte rápido de la matanza y el escape. A esto podemos añadir el uso del slow-motion, especialmente reforzado por la música de Morricone, en la ejecución a batazos del soldado alemán y el “duelo” entre Shoshanna y Fredrick Zoller. Estas escenas son las más representativas de la manera en que Tarantino utiliza la tendencia spaghetthi western. Pero su intención detrás del abierto uso de este discurso remite a lo señalado en principio. Tarantino disfruta y quiere hacernos disfrutar del placer estético que produce el reconocimiento y reflexión de anteriores estilos cinematográficos en la actualidad pop. Conocer y poner en uso la historia del cine es tanto un despliegue intelectual de formas y temas atemporales como la elaboración de un culto a aquellas tendencias que fueron underground o en otros tiempos vistas como inferiores y con el tiempo han tomado una legitimación propia, la de arte de culto o fuera del canon. Sean los comics, las novelas pulp, la música surf, el cine asiático o el spaghetthi western, Tarantino lo pone como base primaria de un cine tanto conocedor como transgresor, que va entre el arte elevado y el arte pop, pero es, inequívocamente, personal.