Cuando hablamos de las películas de Tarantino, siempre nos topamos con la presencia de un evidente interés por lo “multi-cultural”- si podemos llamarlo de ese modo- elemento que no solamente se reflejará en la ambientación de sus tramas, sino que también lo veremos en su gusto por la selección de actores. Tal es el caso de Pulp Fiction (1994), película en la que observamos hombres y mujeres provenientes de diferentes culturas y razas. Sin embargo, los personajes que captan con gran fuerza la atención del espectador, son los femeninos. Mujeres de variadas nacionalidades, culturas y estratos sociales, que resemantizan el significado de la palabra femineidad y modifican las tipologías de las heroínas cinematográficas.
En la primera escena de Pulp Fiction, una pareja de ladrones interpretados por Amanda Plummer Honey Bonny y Tim Roth Pumpkin, conversan en una cafetería sobre su arriesgado trabajo y las posibilidades de cambiar las estrategias de robo que venían utilizando. Los diálogos son ágiles y logran introducir al primer personaje femenino como una figura evidentemente enamorada de su compañero, que no busca otra cosa más que una vida errante y sin mayores responsabilidades. Es una mujer de rasgos físicos muy fuertes y actitud violenta que, al finalizar de la escena, amenaza a todos en la cafetería con matarlos si se mueven o interfieren con el robo que finalmente, después de una larga discusión, decide realizar junto a su amado.
Cuando observamos el comportamiento de este personaje, entendemos que la figura femenina en el mundo de Tarantino deja de ser; y no por tener un precedente de mujeres delicadas en sus películas, sino por el trato que algunas manifestaciones artísticas han dado a la mujer, una imagen delicada para convertirse en la representación de la fuerza y de la rebeldía.
Sabemos que la figura femenina a tenido múltiples formas de ser tratada en la historia del cine, y si bien existen muchas de ellas que ya han dejado huella a propósito de este perfil de mujeres fuertes y emprendedoras, como lo es el caso de Scarlett O´Hara en Lo que el viento se llevó (1939), no son iconos que manejen una fuerza física semejante a la masculina, por el contrario, siempre están ligadas a la astucia, la intuición y a la utilización de la belleza como forma de poder y convencimiento.
Esto es precisamente lo que Tarantino logra modificar, ya que no solamente les confiere las virtudes de la astucia, la intuición y la belleza, sino además les otorga el mismo poder, coraje y fuerza física que un hombre puede tener.
Aunque estas características de fortaleza física no sean lo más resaltante en los personajes femeninos de Pulp Fiction, si empiezan a gestarse personajes atrevidos como el de Honey Bonny e incluso el de Esmeralda Villalobos (Angela Jones)- taxista que traslada a Butch (Bruce Willis) hacia un hotel después de su pelea en el ring- debido a que es una mujer con una apariencia perturbadora y que se muestra muy interesada por temas como la sangre y la muerte.
Continuando con las mujeres que sí conservan estas características de belleza y femineidad “clásica”, encontramos a la dulce y aniñada mujer Fabienne, interpretada por la actriz brasilera Maria de Mereidos.
Este personaje presenta otra faceta de la femineidad dentro del mundo en el que Tarantino nos quiere aproximar, ya que es la figura de una mujer de rasgos casi caricaturescos: rostro muy redondo, ojos grandes, boca pequeña y baja estatura, que encarna la inocencia y la vulnerabilidad de una mujer sumisa y dependiente de su pareja.
Gracias al trabajo de Amanda Plummer y Maria de Mereidos se puede observar el contraste entre dos mujeres que están enamoradas, la primera de un vulgar asaltabancos que no posee mayores ambiciones y la segunda de un boxeador vinculado a la mafia. En ambos casos es posible comprender cómo la situación emocional de estás mujeres (el amor) es determinante al momento de tomar decisiones. Son personajes que evidencian la búsqueda de las polaridades que Tarantino plasma en sus películas para poder desencadenar el factor dramático.
Hemos mencionado a dos mujeres que encarnan la femineidad y el amor de forma distinta. Una desde la agresividad y la otra desde la sumisión. Ahora sólo queda unir ambas posturas para entender al personaje de Mia, interpretado por UmaThurman.
Cuando el espectador tiene su primer encuentro con la figura de Mia, lo que obtiene a nivel visual es la imagen de una femme fatale dispuesta a divertirse y a hacer su voluntad, sin embargo es posible entender paulatinamente, que toda su postura amenazadora no es otra cosa más que pura apariencia.
El aura oscura y sensual que proyecta Mia, es lo que nos permite relacionarla con el personaje de Amanda Plummer Honey Bonny, no por tener una actitud semejante a ella, ya que la agresividad de esta se encuentra ligada a la acción, sino porque la rudeza, en el caso de Mia, está vinculada a un prejuicio visual. El cabello negro, la pálida piel, la mirada escrutadora y la masculinidad al vestir, son algunas de las características físicas que impactan al espectador y le permiten construir una imagen intimidante, a partir de un cuerpo frágil y delicado.
Una vez presentado el personaje de Mia, sólo queda observar cómo toda esta seguridad y fortaleza, se va deconstruyendo para presentar a una mujer adicta a la cocaína y que lleva una vida de enclaustramiento gracias a su esposo Marcellus Wallace, interpretado por Ving Rhames. Además de esto, logramos conocer su fracaso profesional como actriz, carrera que únicamente le permitió realizar un piloto para una serie televisiva que jamás se hizo.
En este sentido entendemos como Mia es la conjunción de dos posturas: la agresividad visual y la sumisión ante la vida. Es el boceto de una heroína que no pudo ser. Una mujer que representa una nueva concepción de la femineidad en el mundo cinemetográfico, que si bien tiene sus precedentes en personajes interpretados por actrices como Marlene Dietrich, es la consumación de una uotsider que la cultura pop alberga en sus anaqueles como un ícono representativo de la modernidad.
Carlos Enrique Vargas
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